POR MAIA CUBRIC*

En el marco del 34 Encuentro de Mujeres y diversidades en la ciudad de La Plata y a veinte años de los primeros proyectos de organización de las mujeres que fueron presas políticas entre 1974 y 1983, la resistencia y los feminismos son piezas claves para las luchas colectivas.

La ciudad de La Plata estaba ocupada por mujeres y castigada por la lluvia. Así amanecía el sábado 12 de octubre y, de por sí, estaba cargado de representaciones: en plena lucha por el reconocimiento de los pueblos preexistentes a la hora de nombrar el Encuentro, este comenzaba en el Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
A lo largo de la ciudad, como así también en Berisso y Ensenada, se percibía un movimiento constante. Es que en estas fechas de re-construcción colectiva el debate es la moneda corriente, el encuentro con les otres es el eje. Por eso, se realizan marchas, se canta, se baila y también se hacen talleres. Estos últimos, son espacios de debate en los que se busca desarrollar un temática durante los dos días, para abordar una conclusión en conjunto. Y en esta ocasión, tenían como sedes las facultades de la UNLP.
La lluvia se volvía hacer presente, justo en el momento en el que había que salir. Sin embargo, esquivando charcos las mujeres, las tortas, las trans, las travas, las lesbianas, llegamos a las distintas facultades, el sábado a partir de las 15hs, para participar de un taller a elección. En la diversidad y amplitud que pueden significar 114 talleres, el de Mujeres, militancia política y resistencia en los 70’ nos interpeló a varies.
No era un día cualquiera y se notaba en las calles que conducen a la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (FPyCS). El paisaje no se podía ver gris porque lo opacaban los colores, las sonrisas y los cantos de quienes decidían encontrarse esa tarde para intercambiar.
El aula 16A, 19 y 22 estaban completamente llenas de mujeres y diversidades, que nos estábamos reuniendo por una situación común: el patriarcado como forma de opresión intrínseca a la vida de cada une y la reivindicación de la lucha de las mujeres que marcaron el caminar.
Alcanzó con que una compañera pronuncie “no hay coordinadora” para que Beatriz Horrac proponga hacerse cargo de esa tarea, luego de expresar que ella había sido detenida en abril de 1976. Esa experiencia en primera persona marcó de forma clave el rumbo del taller. La disposición del mismo contó con la premisa de plantar la resistencia y con ella la comunión entre las mujeres presas en Devoto, más allá de los partidismos. Porque la diversidad y los matices en las ideologías de las mujeres que estaban presas por querer cambiar la realidad, entre las rejas no significaban lo mismo. La unidad frente a un enemigo mayor trascendía a las pequeñas diferencias, como se encargaron de remarcar las compañeras ex-presas políticas.

El encierro, las torturas físicas y psicológicas a las que las mujeres privadas de libertad eran sometidas, fueron suficiente experiencia para que la unión entre pares sea una práctica concreta. Lazos que hoy en día son base de los feminismos, pero que en ese entonces no eran catalogados con términos por ellas mismas.
Entre mates que se movían, palabras atravesadas por llantos y aplausos de apoyo se estaba desarrollando una tarde que constituía un paso más en el reconocimiento a las luchas que antecedieron y marcaron el camino por una sociedad con derechos, igualitaria e inclusiva. Las compañeras lejos de relegar la militancia, remarcaban todo el tiempo el tinte político de sus concepciones de mundo.
“El límite era la reja”, dice Beatriz. Codigo clave que las demás compañeras ex-presas compartirían después en sus intervenciones. Porque algunas eran militantes Montoneras, otras del PRT-ERP, pero detrás de las rejas se tenían entre ellas y solo en conjunto iban a construir poder. Coincidían, como expresaban también, en el sentimiento profundo de lucha por una sociedad justa y sin opresiones, y por si eso fuese poco, coincidían también, en ser mujeres. Entonces ¿qué límite puede ser más profundo que la libertad? Estaban dando un mensaje claro, un aprendizaje en carne propia para que los feminismos construyamos en unidad.
Si en los 70’ en Argentina los derechos estaban clausurados por la autoridad, en 2019 están solapados a políticos que los vacían completamente o los dirigen sólo para un sector de la sociedad. Las compañeras, más cerca del cierre de esa tarde de conmoción y taller, marcaron otro eje primordial: el que reivindica a la memoria. Las ex-presas políticas remarcaron la importancia de los juicios como desarrollo de una resistencia que no puede quedar en el aire. Pidieron asistencia a los mismos y que se entiendan como pieza de un rompecabezas identitario necesario para la ciudadanía: el derecho a la verdad y a la justicia, son banderas que todas las luchas deben alzar. Porque no se trata sólo de que la justicia juzgue a los culpable, sino que, también se trata de entender a estas experiencias como dolorosas y difíciles para quienes tienen que declarar, como han sido sus casos particulares.
Por eso convocaron a las mujeres y diversidades presentes en el aula a seguir los juicios, a acompañar a les testigues, a hacerse presente en las puertas de los tribunales, como sostén para quienes se exponen al declarar y como demostración de un pueblo que no olvida, no perdona, ni se piensa reconciliar.
Anclado a las visiones de las diversas intervenciones de las compañeras que presenciaron el taller, las luchas y resistencias de los 70’ tienen mucho que ver con el contexto actual. La censura y les preses politiques, el hambre y la desigualdad social, la deslegitimación de la lucha por los Derechos Humanos desde el discurso mediático y el gobierno de turno son sólo algunas aristas que demuestran la importancia de que exista un camino de lucha marcado que hay que decidir transitar. Y que este camino de lucha sea transmitido de generación en generación, de mujeres a mujeres, en espacios tan diversos como lo son los Encuentros, es otra muestra de lo que los feminismos como movimientos organizados pueden gestar. Estos debates, lejos de estar saldados y representar al total, sirven como puerta hacia una ideología que nos sitúa todo el tiempo en preguntar(nos) algo más. Esa incomodidad que caracteriza a los feminismos, esas necesidades de preguntar, cobraron un sentido claro en las palabras de las compañeras, que entendían que la diversidad no podía ser un pretexto que impida el acompañamiento y la construcción de redes entre las que históricamente han sido oprimidas.
“De aquí saldrán locas o no saldrán”, les decían a las compañeras en la cárcel de Devoto. A algunas se las privó de la libertad por ocho años y, durante ese tiempo, la picana, las torturas, no distinguían a que cuerpa lastimar. Sin embargo, habían pasado cuarenta años de esas amenazas por parte de los jefes de seguridad y ellas estaban contando esa experiencia, en un aula llena de mujeres a las que no nos permitían olvidar. La organización tanto en el periodo en el que compartieron el encierro, como el reencuentro posterior y los proyectos colectivos, demostraban no sólo que estaban vivas, sino que, estaban cuerdas y dispuestas a continuar la misma lucha.

La tarde seguía moviendo las fibras emocionales de las personas que estábamos presentes y algunas intervenciones pedían que se les cedería más tiempo a quienes habían vivido la lucha en los 70´, porque a través de sus experiencias se enriquecía el taller. Por eso las compañeras siguieron relantando sus vivencias, algunas pasadas y otras en lo que respecta a la organización más actual.
Por ejemplo, ellas contaron que tienen un libro “Nosotras, presas políticas” donde reúnen los testimonios de más de 1200 mujeres que estuvieron detenidas entre 1974 y 1983. A veinte años del primer reencuentro y propuesta de organización, estas mujeres siguen apostando a la construcción colectiva. Hace un año el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, propuso trasladar la cárcel de Devoto al predio federal que se encuentra junto al Complejo Penitenciario de Marcos Paz y con ello demoler el edificio anterior, para negocios inmobiliarios. Pero la organización entre compañeras ex-presas fue lo que logró que esa cárcel sea declarada Sitio de Memoria. Eso, es continuar en la lucha.
Con la fuerza y la convicción de su pelea, con algunas lágrimas en los abrazos del final, el taller fue terminando con la misma premisa con la que había comenzado: que hermanadas es la manera de actuar. Que las políticas que promulgan derechos y las que los vulneran, no nos dan lo mismo a las mujeres. Que la libertad, la verdad y la justicia son derechos de la ciudadanía. Que de resistencia y mancomunión es nuestra historia y también tiene que ser nuestro futuro. Que desde el debate, con sus choques de perspectivas incluso, los feminismo debemos construir desde la unidad porque nuestro enemigo es común, es un poder legitimado que juntes vamos a tirar.
Muchacha en los sesenta
La memoria esa llave
para entrar al teatro donde tu cuerpo
burla la ley que a gravedad condena
y sos la gracia efímera que a los ojos regala
su música secreta.
Muchacha en los sesenta
con pollera campana y que el viento arremolina
con tu vaso de vino celebrando
que un astronauta ruso orbita ya la tierra
con tu Milosz contándote
de una berlina detenida en la noche
con tu voz rebelde escribiendo otro idioma
en la ciudad patriarcal.
También tu boca riente
esa cascada de luz que nos contagia
y escucho tus palabras aquietando mis miedos
porque en mí todavía
una niña tonta y alucinada
La memoria esa llave
para viajar lejos de este bosque
que hora a hora se despuebla de tanto rostro amado
para encontrarte a vos la enamorada
en ese día posible largamente esperando
<<en que el mundo será aquello que soñamos:
una vasta y dichosa provincia del Amor>>
Teresa Leonardi Herrán
* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur – FM 91.7), responsable de la sección DDHH de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón.