Por Maia Cubric*

Todo está clavado en la memoria, y fue Julio López quien lo puso en palabras frente a un tribunal. A trece años de su segunda desaparición: la memoria apunta hasta matar a los pueblos que la amarran y no la dejan volar
¿Dónde está Jorge Julio López?
¡30.000 compañeres detenides, desaparecides, PRESENTES!
Jorge Julio López fue desaparecido dos veces. Durante la última dictadura cívico-militar- eclesiástica, en la noche del 27 de octubre. Lo secuestraron de los Hornos, se trataba de un operativo en el que las FFAA (Fuerzas Armadas), buscaban militantes políticos en el barrio. Y Julio en ese entonces: militaba en Montoneros. Lo subieron a un camión y lo llevaron a Cuatrerismo… Dos días después; lo trasladaron al Pozo de Arana.
Allí, lo sometieron a diversas torturas físicas, como la picana eléctrica dentro del agua. También, lo devastaron psicológicamente: lo hicieron ser testigo de innumerables atrocidades que quedarían en su conciencia. Imágenes indescriptibles; el rostro de Miguel Etchecolatz.
Éste último Etchecolatz tenía tuvo un rol central (durante la dictadura), en la Brigada de Investigaciones de la Policía Bonaerense. En este periodo era la mano derecha de Camps, el jefe de la zona. De hecho, según las declaraciones de Julio López, lo llamaban “Segundo Jefe”.
Estos hombres son algunas de las cabezas que planearon y concretaron el terrorismo de Estado más sangriento y turbio de nuestra historia. Sus nombres resuenan constantemente en la memoria de lucha por los DDHH en nuestro país.
Durante sus diez días en Arana, Julio López presenció una serie de homicidios. Entre ellos los de Patricia Dell’Orto, Ambrosio Francisco de Marco y a quien describe en el testimonio como: “un paraguayo llamado Rueda ”. Estas declaraciones fueron atestiguadas delante de los Jueces Julio Víctor Reboredo, Leopoldo Héctor Schiffrin, Carlos Nogueira y Antonio Pacilio el 7 de Julio de 1999, en la ciudad de La Plata[1]. En este mismo testimonio declaró haber presenciado varios asesinatos más pero, sin llegar a reconocer la identidad de quienes se encontraban en su misma situación. Las FFAA procedían de diferente manera con López; en ocasiones lo desencapuchaban para que visualizara las torturas que realizaban. De esta manera relata que de ser necesario él podía identificar a través de fotografías a sus captores y reconocer a les desaparecides.
El 15 de noviembre, fue trasladado a la Comisaria 5ta donde estuvo detenido ilegalmente un mes y medio. Allí, López, vivió nuevamente en primera persona el aparato torturador organizado por los militares. Las palizas, las violaciones a las mujeres, la electricidad en las encías, los dientes. Secuelas que le quedarían a Julio, no solo con marcas claras en su cuerpo, sino también en lo más profundo de sí mismo.
El 22 de diciembre lo llevaron a la Comisaria 8va, donde estuvo secuestrado casi cuatro meses. Compartió el espacio común, que en ese entonces era un pasillo, con muchísimas personas de las cuales solo conocía (y en su declaración nombró), a alguien a quien nombraban como “Rodríguez” y Rodrigo Muller. Las torturas no cesaban con ningún traslado, y los golpes y dolores se acumulaban en el cuerpo.
El 26 de marzo de 1977 a Julio López lo pasaron al PEN (Poder Ejecutivo Nacional), como “preso legal”. El 4 de abril, lo trasladaron a la Comisaría 9 donde permaneció hasta el 25 de junio de 1979.
Segunda desaparición
Julio López dio su primera declaración el 7 de Julio de 1999, en el Juicio por la Verdad de La Plata. Fue un testimonio conciso y descriptivo acerca de su secuestro y todo el accionar inhumano que caracterizaba las prácticas de las fuerzas armadas. Sus palabras, fueron claves para el principio de una reconstrucción colectiva. En el año 2003 se derogan las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Esto permitió que comenzaran a reabrirse los juicios por delitos de lesa humanidad. El primero de estos fue el que se siguió contra Miguel Etchecolatz.
El 28 de junio de 2006, Julio López, declaró nuevamente el accionar de las fuerzas represivas durante su secuestro: las torturas y todas sus prácticas incluyendo las del acusado, Miguel Etchecolatz. El 18 de septiembre, el día de los alegatos, Julio López fue desaparecido por segunda vez. Y nunca llegó a tribunales.
Aquellas mentes que tan rebuscadamente habían planeado la destrucción del Estado Nacional y la muerte de miles de personas, impunemente siguieron alimentando a los sectores más reaccionarios de la sociedad. Miguel Etchecolatz, en 1997, por ejemplo, publicó “La Otra Campana del Nunca Más” libro donde justifica fehacientemente el terrorismo de Estado.
“Nunca tuve, ni pensé, ni me acomplejó culpa alguna. ¿Por haber matado? Fui ejecutor de una ley hecha por los hombres. Fui guardador de preceptos divinos. Por ambos fundamentos, volvería a hacerlo”.
Fragmento de La Otra Campana del Nunca Más; Miguel Etchecolatz.
13 años sin Julio
En este contexto en el que los DDHH son tan lejanos para casi toda la sociedad; en el que se ven avasallados por políticas de Estado como la del 2×1, que intentó promover el gobierno de cambiemos para beneficiar al aparato militar involucrado en la dictadura, resistir desde la memoria es el único pilar que queda.
Todos los 18 de septiembre, desde la última desaparición de Julio López, se planta un árbol en la plazoleta que lleva su nombre, en Berisso. Rubén López, su hijo, junto a organismos de derechos humanos, llevó a cabo el acto que culminó con el treceavo árbol plantado. Allí, no solo se exigió la aparición de Julio López, sino también el avance de la causa porque está frenada.
“Hoy se cumplen 13 años de la desaparición en democracia de mi papá. Ya son 13 años de hacer el mismo reclamo y me genera bronca no tener respuesta de la justicia” “No avanzó nunca lamentablemente” “..Se perdieron datos, se perdieron testigos, se perdió información”
Rubén López
El pueblo, como el único capaz de incomodar los lugares de poder, se hizo presente en ese acto como así también en cada paso de la lucha. En su momento, resistiendo. Más tarde exigiendo los juicios. O más cercano a la actualidad, en el verano del 2018, exigiendo cárcel común para MIguel Etchecolatz que gozaba de prisión domiciliaria en Mar del Plata. Y que, gracias a la presión popular, hoy está preso en la Cárcel de Batán.
Frente a un discurso que tilda como curro a los derechos humanos y que pone sobre la mesa la teoría de los dos demonios para justificar tan oscura masacre en manos de las fuerzas armadas; construir en colectivo, significa mucho más que lo simple de ese acto. Significa alojar en cada instante, en cada lugar y en cada árbol, un pedazo de memoria que le pertenece al pueblo y que ya nadie puede borrar.
El testimonio de López constituye un fragmento histórico necesario para la sociedad y por ende, una pieza única para la memoria colectiva. Ese compromiso, de dar testimonio en tiempos difíciles, marcó un camino de lucha por la justicia y la verdad que tiene como base la memoria para que no se repita NUNCA MÁS.
* Periodista, columnista del programa No Se Mancha (Radio Estación Sur – FM 91.7), responsable de la sección DDHH de Revista Trinchera y colaboradora de Agencia Timón.
Bibliografía:
[1] lavaca.org/notas/el-primer-testimonio-de-julio-lopez/