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Dialogamos con el abogado y escritor, Esteban Rodríguez Alzueta, quien explicó algunos conceptos vertidos en su último libro “Vecinocracia”.


Hablás se vecinos sin bandería política, con discursos de la antipolítica como verdades y formas de ciudadanía ¿Cuál es el riesgo de estas actitudes civiles en una época electoral? ¿Cómo analizás el clima electoral con estas formas de ciudadanía?

El macrismo encontró en los vecinos alertas un punto de apoyo no solamente para legitimar sus políticas sino también para recrearse.

La Vecinocracia es una figura con historia en Argentina. Es una tradición con historia que nos devuelve al siglo XIX, porque durante muchos tiempos el vecino contribuyente del siglo XIX era -justamente- una categoría que competía con la figura del ciudadano.

Si el ciudadano era la figura de aquella persona que se ocupaba de las cuestiones nacionales, el vecino era aquel que se ocupaba de la gestión de la casa y de lo local. Era alguien que se postulaba por encima de los conflictos nacionales, de los grandes debates y por encontrarse en ese lugar, se proponía como una suerte de reserva moral para gestionar la cuestión local.

Esteban Rodríguez Alzueta (Foto: China Made)

Esa figura del vecino contribuyente luego fue afianzada por el fomentismo de principios del siglo XX. Vecinos fomentistas o las sociedades de fomento también fueron el punto de apoyo de muchas dictaduras cívico-militares. De hecho en la última dictadura militar uno de los puntos de apoyo fueron las fuerzas vivas de la sociedad civil que estaba compuesta en gran medida por estos vecinos. Que eran vecinos que no se reunían para discutir ningún tipo de política, sino para resolver problemas concretos que tenían que ver con la ciudad como el asfalto, la cloaca, el equipamiento para las plazas.

Es una figura que después va a ser relanzada con el vecino alerta, que es el giro seguritista. Son vecinos que se van a juntar, ahora, para resolver los problemas de inseguridad que hay en el barrio.

Me parece que la categoría de “vecino” es una categoría productiva en el sentido de que es antipolítica, que tiene la capacidad de vaciar de política la política. Como dicen siempre los vecinos alertas: “El delincuente no nos pregunta si somos de izquierda o de derecha, si somos macristas o somos kirchneristas, nos roba igual”.

Cuando los vecinos alertas se reúnen en torno al barrio y reclaman más seguridad lo que están diciendo es que no es momento de discutir, sino que es momento de medidas urgentes.

Foto: China Made

En la mecánica de la producción del libro hablás de la Vecinocracia vinculada a los centros urbanos. En el análisis que hacés ¿Encontrás alguna diferencia entre éstos y las ciudades más pequeñas?

Uno podría encontrar algunas continuidades entre los vecinos de la gran ciudad y los de las pequeñas ciudades y pueblos. De hecho gran parte de los debates locales se organizan con la agenda de las grandes ciudades.

En los pueblos o en las ciudades chicas ya no se deja la bici sin atar, la llave puesta en el auto, la puerta de la casa está cerrada las 24 hs. A pesar de que los delitos callejeros no han aumentado, sin embargo se han ido modificando las maneras de estar en esa ciudad y uno de los factores que seguramente está actuando en todo eso es tratamiento suculento y sensacionalista que los grandes medios de comunicación (sobre todo la televisión), ensayan sobre los eventos.

La figura del vecino alerta es una figura que encierra un atractivo para un ciudadano que se piensa más acá que las discusiones nacionales. Es el ciudadano cómodo que tiene a relegar la discusión sobre muchos temas en los representantes y ellos solamente asumen un espacio público cuando les tocan el bolsillo, cuando corre riesgo su integridad física o se sienten amenazados.

La figura del vecino alerta es una figura que uno la puede encontrar en ciudades chicas y grandes. De hecho si uno recorre las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires, se va a encontrar con los mismos cartelitos de “vecinos alerta, se va a encontrar con los mismos carteles de “cuidado con el perro”. Es una figura que recorre todo el espectro social en Argentina. Por lo menos en las ciudades medias.

Es una figura con historia que nos devuelve al siglo XIX y que justamente estaba pensada para tramitar la localía en otros términos, para pensar la gestión en ciudades de otra escala. Antes de ser ciudadanos somos vecinos.

Históricamente no todos éramos vecinos. Sólo lo eran los mejores contribuyentes, que eran los vecinos exitosos, que eran los vecinos que podían certificar su éxito a través de su crecimiento económico. También esos vecinos exitosos eran los “vecinos honestos”. El éxito valida o es una manera de hacer valer el honestismo. El honestismo y el buenismo, son los valores que nos ponen más allá de la política. Pensemos en una política que está devaluada, que está sospechada, que está remando una crisis de representación y de confianza de larga duración.

En ese contexto es cuando la figura del vecino, rescatada por el periodismo empresarial, adquiere centralidad en el juego de la política de hoy en día. Y por eso, por ejemplo, te encontrás en la Ciudad de Buenos Aires (en el gobierno de Larreta y con la gestión del propio Macri) que la figura del vecino aparecía en toda la cartelería con mucha presencia. No se estaba interpelando al ciudadano, se interpelaba al vecino o al ciudadano en tanto vecino. Ese vecino que se lo conecta a través de las redes sociales, se lo invita a participar en reuniones en tanto vecino, en tanto tiene problemas muy concretos que son problemas vaciados de política.

¿Encontrás alguna vinculación directa entre la desinversión en educación y desarrollo social con la quita de esos espacios de socialización, que junto con la manipulación mediática, refuerzan los miedos que precisamente posibilitarán la construcción de ese vecino que se acomoda a la definición de vecinocracia que das?

Me parece que la figura del vecino es una figura que justamente carreteó en un contexto de fragmentación social, de crisis de solidaridad, de desfondamiento de algunas tramas sociales y políticas.

La Vecinocracia viene a llenar un vacío social que se caracteriza por la falta de mediaciones, de espacios de encuentro, de marcos para encontrar a las distintas generaciones.

Con esto que señalás aparecen los buenos vecinos y los malos vecinos y el esteriotipo de este último está asociado a las personas de los barrios más humildes y en las periferias de las ciudades que salen a robar. En este contexto ¿Qué pasa con los pibes en el barrio y con esta intención de bajar la edad de imputabilidad?

No existen los malos vecinos. Están los vecinos y están los delincuentes, están los vecinos y los jóvenes o juntas de pibes en la esquina. El vecino es una figura que ya se presenta como un emprendedor moral que tiene la capacidad de ponerle cartelitos a las personas: “este es delincuente”, “aquel es una persona sospechosa”, “aquellos están boludeando, no hacen nada, están en cualquiera, son barderos”. Es decir, no son vecinos. Los vecinos somos nosotros.

Los vecinos necesitan también de esas dinámicas sociales, necesitan de alguna manera darle un nombre malo a determinados grupos para ellos certificar la bondad que implica formar parte de la bonita vecindad, para formar parte de los buenos vecinos.

La figura del vecino se construye sobre la base de procesos de estigmatización exitosa, sobre la base de demonizar o presentando a determinados actores como problemáticos en el barrio. No hablaría de buenos y malos vecinos, sino de vecinos y de pibes barderos, de vecinos y delincuentes, de vecinos y otros actores problemáticos. La bondad que define al vecinazgo se construye y retroalimenta a través de estos procesos de degradación.

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