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Por Agustín Rosón*

La lucha docente es en las aulas y en las calles. Cada lugar tiene sus implicancias y disputas. Cada lugar requiere de un compromiso organizado, un trabajo colectivo. A menudo se produce una separación entre estas dos perspectivas que es preciso unificar y sintetizar en un proyecto político, educativo y gremial, que contenga la realidad de lxs trabajadorxs de la educación (docentes, auxiliares) pero que también contenga la realidad de los sujetos de aprendizaje, plenos de derecho, inmersos en comunidades educativas heterogéneas.

La Educación Pública es un arma de construcción democrática de conocimientos y prácticas sociales con las que contamos como pueblo para formar herramientas que permitan interpretar nuestra realidad social e histórica. La educación es un derecho que construye otros derechos. Para aprender el derecho a vivir dignamente, por una sociedad con Justicia Social, es preciso que la escuela sea una trinchera de formación de subjetividades críticas y solidarias.

Cada escuela es una interrupción de las desigualdades sociales, donde el tiempo que se transcurre en ella abre la posibilidad a que cada persona, venga del origen social que venga, tenga posibilidad de aprovisionarse de todos aquellos bienes culturales que le permitan un desarrollo integral. Asimismo, y multiplicado por millones, el Sistema Educativo de la Provincia de Buenos Aires posee una poderosa complejidad que debe interpretarse en una clave de inclusión y de garantía de derechos por parte del Estado.

Imagen: @hincapiesimon

El experimento político neo-colonial de Macri y la Alianza Cambiemos ha desarrollado un feroz ataque a la Educación Pública desde sus inicios. En la Provincia de Buenos Aires, la gobernadora Vidal ha causado un verdadero desastre educativo: escuelas que se caen destrozadas, la trágica explosión de la primaria 49 de Moreno que le costó la vida a Sandra y Rubén, centenares de escuelas que no están en condiciones para aprender ni para enseñar, salarios que no alcanzan a cumplimentar la canasta básica, total recorte de políticas socio-educativas; situaciones que dan cuenta de un absoluto desprecio por la educación pública.

No son sólo problemas domésticos, las políticas educativas mercantilistas son impulsadas en todo el mundo por entidades financieras como el Banco Mundial, el FMI y otros organismos internacionales de dudosa neutralidad como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Asimismo existe un mercado educativo donde se venden paquetes de políticas, tipo enlatados, que preparan a cierto sector social, con un criterio meritocrático, imponiendo “la libertad de mercado” como valor principal y regulador de la realidad social. El ex ministro de educación, Esteban Bulrrich confesaba que había que educar para la incertidumbre… antesala o correlato educativo de la brutal reforma laboral que quieren implementar. Empecinados nos quieren convencer de la inevitabilidad y pertinencia de estos paquetes neoliberales, cuando todos sabemos que lo que hace falta no es flexibilizar ni facilitar despidos, sino es: proteger el Trabajo, proteger la Industria y  proteger los Derechos Laborales para garantizar condiciones de vida digna.

El neoliberalismo en la educación no es nuevo. En Argentina ya lo vivimos en los ’90. Con Menem y los dictados del Banco Mundial y del FMI. Por lo tanto, no es nueva esta lucha para las organizaciones sindicales que fueron quienes lograron jaquear las reformas privatizadoras, y consolidar un consenso en el pueblo argentino en defensa de la Escuela Pública. Si la Educación Pública pudo avanzar durante los  gobiernos de Néstor y Cristina fue gracias a la resistencia organizada del colectivo docente que supo enfrentar las transformaciones neoliberales y estar al pie del cañón para forjar nuevas conquistas de derechos, gremiales y pedagógicos, durante los 12 años de kirchnerismo.

Imagen: Joaquín Salguero

Volviendo al título, la importancia de la unificación de estas dos perspectivas: la lucha por las condiciones laborales, por el salario, por la infraestructura escolar, por los comedores escolares, y la lucha en las calles y en UNIDAD junto al resto del movimiento obrero es una de las tareas inclaudicables de este momento histórico. Sumado a esto: la pelea cultural o ideológica que se traduce en el trabajo diario en cada escuela, pudiendo generar condiciones para la enseñanza y el aprendizaje en un mundo de cambios acelerados y con una desigualdad social que condiciona los procesos educativos. Esta perspectiva del aula requiere de un compromiso en el sentido de disputar que Educación Pública queremos para nuestro país y cuál es nuestro rol como docentes. Interpretar las luchas de este tiempo,  incorporando la ESI como bandera contra la discriminación y la violencia, como una de las herramientas con las que construimos una sociedad más igualitaria. Luchar contra la implementación de perspectivas con una orientación liberal, individualizante,  en contraposición a con contenidos de una formación integral y democrática. Disputar las currículas y los paquetes estandarizantes, adaptadas a volver la enseñanza en una acción instrumental, ajena y meritocrática. Nosotros queremos una formación a partir de currículas que contemplen al sujeto que aprende y al sujeto que enseña como protagonistas del proceso educativo enmarcados en un territorio particular, que es generalmente desigual.

Cuando se divorcian estas perspectivas en una política sindical, el resultado son posturas inertes y carentes de sentido histórico. Repeticiones sin sentido de acciones testimoniales, incluso sin dictado de clases, utilizando irresponsablemente derechos gremiales que hemos conquistado. Acciones que carecen de fortaleza para asestar un golpe donde se pretende: el gobierno de Macri y Vidal, y en vez de ello apuntan a reavivar divisionismos en las internas sindicales en torno de objetivos electorales. Uno de los productos de la repetición de esta política, es una disolución del compromiso con la Escuela Pública como territorio de construcción como veníamos señalando. Se produce una disociación donde la escuela pasa a ser un lugar donde se padece el trabajo cotidiano, el docente se sitúa en una posición víctima de las circunstancias, con lo cual deja de ser un sujeto transformador. Lamentablemente esta orientación se viene desarrollando en la conducción Multicolor perteneciente al Partido Obrero y al resto de los partidos del Frente de Izquierda, que arrinconados en esta política, utilizan la seccional del SUTEBA Ensenada como plataforma electoral. Por este motivo distintas fuerzas se han apartado de esta conducción en los últimos tiempos. Sin ningún tipo de autocrítica, estas corrientes, que obtuvieron un fracaso rotundo en las últimas PASO, dilapidan esfuerzos en acciones que apuntan a posicionarse sectorialmente, en vez de poner los mayores esfuerzos por construir escenarios masivos de unidad para pelar contra este modelo neoliberal que está hambreando a nuestro pueblo.

Imagen: @hincapiesimon

Sin embargo, y a pesar de los intentos de dividir y debilitar a lxs docentes por parte de la gobernadora Vidal y a las perspectivas erradas y cortoplacistas internas, la UNIDAD DOCENTE ha sido la mayor arma de confrontación contra este gobierno y ha logrado arrancarle reivindicaciones, que de otro modo, el gobierno jamás hubiese otorgado.

Esta UNIDAD hoy es parte de una construcción mayoritaria, plural y frentista que camina junto a nuestro pueblo para derrotar -política y culturalmente- a Cambiemos y que avanza hacia un nuevo proceso Nacional y Popular que defienda la Escuela Pública y a sus trabajadorxs.


* Docente, Delegado de SUTEBA Ensenada

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