TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

Por Flor Luengo*

 (…)
Se ejercita en la bestia y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres y en mis ojos la visión duele y pesa.

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres, aquí estoy, aquí estamos.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida como un motín sangriento,
como tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

Miguel Hernández
Foto: Política Argentina

9 AM. Suena el despertador, pienso en que tengo que salir a patear con una helada que te hace querer quedarte en la cama un rato más. Al mismo tiempo, Joaquín el señor que está durmiendo en las escaleras del Colegio Estrada de La Plata, sale a patear en busca del desayuno. Hace un buen rato que está despierto. No quiere quedarse en la cama un rato más, será porque unos trapos y cartones hacen de cama, en un ambiente en que no existen calefactores, caloventores o garrafas para calentarse; y cuyo despertador fue la helada que cayó a las 6 de la mañana.

Cansado de la realidad que le pisa los talones, Oscar camina como puede en busca de un pan y mate cocido. Los huesos le duelen desde siempre, cuando trabajaba de peón y su cuerpo era el medio de explotación de la tierra. Con el pasar del tiempo, ahora en la ciudad, con un nuevo comienzo forzado y con todo el dolor que eso implica, este hombre decidió dejar atrás su hogar. No puede mantenerlos, no puede generar ingresos, no consigue trabajo por más que vaya a pedir. A ver, decime vos ¿quién contrataría una persona de 55 años, con estudios secundarios incompletos y con manos manchadas de heridas de guerra social, claras señas de cadenas de injusticias encarnadas?

Claudia se acerca a Oscar, lo vio de lejos y pensó en acercarse a preguntarle cómo andaba, ya que días atrás no lo vio bien. El alcohol barato que le “regaló” un señor paquetón no le pegó bien. “No puedo entender, se piensan que por darnos qué beber nuestra vida mejora. Yo quiero trabajo! Quiero una casa! Quiero a mi familia!”, exclamaba aquella vez en que Claudia conoció a Oscar. La joven mujer quedó en situación de calle porque necesitaba escapar de quien había sido su compañero de vida durante años. No tuvieron hijxs. Él no podía tener y a Claudia no le importaba. Lo que si le importó y con urgencia, era alejarse de las violencias que comenzó a vivir con periodicidad en su casa, desde que la crisis se acentuó.

Antes de terminar muerta a causa de la violencia de género que recibía constantemente, Claudia decidió agarrar unas pocas ropas e ir en busca de ayuda. Empezó en la Iglesia del barrio, a la que siempre iba con su marido. No la auxiliaron, o mejor dicho, las herramientas que recibió -Vaya ayuda!- fue para mantenerse en pie frente al escenario de opresión que vivía. “La familia no puede desarmarse de un día para el otro, el amor hay que trabajarlo, él sólo está cansado, ¿sabés lo que es para un hombre no tener trabajo?Lo mismo que para una mujer, pensó Claudia. Y se fue. Su familia es de Perú y volverse al país hermano no es una opción ahora.

La primera noche fue dura. Llantos, angustia infinita, impotencia y soledad. Miedo. La calle es dura che. Durmió debajo de la salida de una estufa, al menos eso la mantendría calentita hasta que salga el sol. El mes y medio que lleva durmiendo en la calle, le transformaron la vida. Sus brazos hacen de abrazos, sus manos calefaccionan parte de su cuerpo mientras se frota, y entre sus nuevas amistades, de vez en cuando, cuando la gorra no está encima de ellxs, planean un fogón para calentarse el alma.

Los abrazos sirven por un rato, las caricias comienzan a escasear. La gente caminando no lxs ve, no observa, no se imagina por un rato lo que debe ser vivir en esa situación. ¿Dónde están los derechos humanos para la gente pobre? ¿Existen los derechos humanos para ellas? ¿Quiénes ejercen los derechos, quienes desobedecen a los mismos? ¿Dónde está el Estado? ¿Quiénes son el Estado? ¿En qué reunión de gabinete se tratan estos temas? ¿Sólo en el show mediático existe la gente en la calle? ¿Sólo cuando muere una de las muchas personas que viven en situación de calle se visibilizan los hechos? ¿Sólo desde la lástima existen? ¿Ni en época de campaña electoral importan?

De repente la ciudadanía se da cuenta de que hay gente durmiendo en la calle cuando un Club de fútbol y algunos medios de comunicación levantan el llamado a la solidaridad. Estímulo y respuesta ¡Esto es increíble!

La gente en la calle llora, grita, habla, duermen donde pueden, donde quedan, donde los dejan. No se esconden, no les avergüenza ir a revisar los tachos de basura porque si no, no comen.

La merienda no existe, el desayuno a veces tampoco. La cena quizás, es el único momento en que el hambre se calma un poco. Y están ahí, en las esquinas, en los recovecos de los edificios que aun no colocaron rejas, en lugares de tránsito que están saturados, en comedores multitudinarios que no tienen gas, entonces tienen que ir a otros lados. La búsqueda es constante, inquietante, desesperante, hasta que un momento no das más. No querés más, no te da más. 

La noche más fría del año son todas las noches. Pero las personas individualizadas en la burbuja de problemas personales, no reacciona. No saben que no hay que ser pobre para quedar en la calle, que puede ser de un día para el otro que te despidan, que no te necesiten más, que no te quede más remedio que vivir en la calle. Estamos viviendo el desecho del sistema capitalista. Ahora es Macri, mañana será otrx hijo de yuta ¿Y vos? ¿Te manejas por los gobiernos de turnos o sos también parte de este Estado?

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