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Por Flor Luengo*

La militarización de la vida cotidiana como política de estado no es nada casual. Es un alineamiento a los designios del imperio y una forma de generar miedo y desmovilización en la sociedad.
Movilización en Chile exigiendo la desmilitarización de los territorios mapuches

“Los araucanos” fue el término que encontró el hombre blanco español para nombrar a los Mapuches. El nombre originario de este pueblo indígena que se encuentra en la patagonia de Chile y Argentina, significa “gente de la tierra”. Rafael Nahuel era parte de la comunidad que tiene sus tierras en Villa Mascardi, Río Negro. Fue en ese territorio que la policía lo asesinó por la espalda.

El 25 de noviembre de 2017, horas después de lo que pudo haber sido una masacre para la comunidad Lafken Winkul Mapu, el Ministerio de Seguridad de la Nación, a cargo de Patricia Bullrich saca un comunicado oficial -a las apuradas y con escasa de información- adjudicando que “hubo un enfrentamiento armado entre las fuerzas federales y parte de la comunidad”.

El supuesto enfrentamiento, fue parte de un discurso mediático que utilizaron estratégicamente para reforzar la idea de que las fuerzas de seguridad son necesarias para combatir a la RAM, (grupo la que catalogaban como “terrorista”) e impartir el orden social que la sociedad argentina demandaba. Pudo haber sido una masacre, porque fueron alrededor de 114 disparos de armas de fuego empuñadas bajo las ordenes del modelo represivo que ejecuta el gobierno nacional de Cambiemos.

En los últimos cuatro años Argentina, sumó un 18% de efectivos policiales y tiene -proporcionalmente- entre dos y cuatro veces más policías que la mayoría de los países del mundo (según datos de la Oficina de Drogas y Crimen de las Naciones Unidas). En estrecha vinculación, en Nuestra América se han instalado 75 bases militares yanquis, siendo el Sur del Continente un lugar estratégicamente rico en bienes comunes naturales.

Respecto a la militarización de la sociedad, el gobierno de Mauricio Macri ha dado claras muestras del lugar predominante que ocupa esta idea en su proyecto de país. De 2015 a esta parte, se han vuelto a establecer relaciones carnales con el imperialismo de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel. Este último, administra las políticas de seguridad de Argentina, forma a las milicias en ambos territorios, y utilizando geopolíticamente al país en contra de la soberanía del pueblo palestino junto británicos y estadounidenses.

Sin duda alguna, parte de este acercamiento carnal con el imperio tiene que ver con la ministra Patricia Bullrich, su compañero de vida, Guillermo Yanco y sus lazos con el lobby armamentista. Pato ha firmado acuerdo de compras de armas a Israel por decenas de millones de dólares.

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Desde los movimientos antimilitaristas de mujeres, se plantea la necesidad de generar un debate crítico sobre la concepción militar de un país. Entendiendo al militarismo como sistema de dominación bélica que trabaja desde la influencia, la presencia e introducción de diversas formas, normas, doctrinas y fines militares en la sociedad civil. Son la dominación, el poder y el control las necesidades básicas de la ideología militarizante en la sociedad. Desde allí, que se observen réplicas en las formas adoptadas por la ciudadanía en los hogares, en la escuela y  en el bar.

Que haya más policías en la calle y particularmente en los barrios, que aumenten las denuncias por violencia de género de mujeres que han estado casadas con efectivos de las fuerzas, que aumenten los casos de gatillo fácil, son señales de una lógica que busca implantar el miedo, la neutralidad y pasividad en cada rincón del pueblo argentino. Nuevamente intenta implantar la idea de orden, de jerarquización verticalista de los lugares de poder en la sociedad, de relaciones sociales originadas en la oposición nosotrxs – ellxs, blanco – negro, etc.

La necesidad del Imperio por colonizar integralmente los territorios es evidente. Es claro el temor a que el pueblo se organice, se encuentre y se tejan lazos de amor y solidaridad en la sociedad. El imperio sabe el poder que tiene que las personas piensen en sus propios intereses, en los de su comunidad, y que participen activamente en la defensa de sus derechos humanos, de sus bienes comunes y de su territorio.

Manifestación en Colombia ante el asesinato de líderes y lideresas sociales

Si La Minga en Colombia continúa resistiendo, si la referente colla Milagro Sala en Argentina sigue de pie y con sus ideales intactos pese a llevar más de un año como presa política, organizaciones como las FARC siguen apostando por la paz pese a la persecución y al asesinato de líderes y lideresas sociales en Colombia.

Las conquistas populares son diarias, a veces mínimas, y no hace falta tener una base militar cerca o estar armadx para ser funcionales al militarismo propuesto por el imperio. No se cuestiona el sujeto militar, que dignamente tiene la función de defender nuestros territorios sino de lo violenta, represiva y patriarcal que es esa institución. Si se quiere vivir en paz, el debate y la transformación de esa institución será un factor determinante para no seguir siendo furgón de cola de ninguna potencia imperial.

* Periodista, conductora del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), redactora de Revista Trinchera, editora del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.

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