por Flor Luengo*
La re-construcción de las sociedades latinoamericanas (Estado-Nación), desde las mentalidades burguesas en boga en Europa pretende una ciudadanía que considera a las personas “sanas” y “trabajadoras”. Todo desorden y exceso, especialmente en el campo de la moral sexual, entra en el territorio de la enfermedad. La “normalidad” es la familia y sus pilares, de modo que en las nuevas articulaciones estatales se definen desde el higienismo medico (Europa), con un sinfín de categorías patológicas y clasificaciones de qué es lo “anormal”: perversión, ninfomanía, histeria, homosexualismo, safismo.
El siglo XX, no hará más que profundizar esta situación sometiendo sistemáticamente a lxs homosexuales a los más crueles tratamientos, discriminación y burla. En la Argentina (1976-83), surgen los edictos policiales cuya función seria regular las faltas no prevista en el Código Penal de la Nación, creando una nueva forma jurídica y tipificación delictiva. En este marco, desde los años ’50 se comienzan a vislumbrar importantes experiencias de socialización gay y lesbiana en las principales ciudades latinoamericanas, aunque no planteaban todavía una política de visibilidad en un espacio público fuertemente marcado por la represión sexual en general y la homofobia en particular. En los ’60 se crean las condiciones para la visibilidad del movimiento homosexual, al mismo tiempo que se organizan los movimientos indígenas, de negros/as y de mujeres en algunos países de América Latina.
En Argentina, “Nuestro Mundo”, surgido en 1967, fue el primer grupo constituido públicamente bajo una orientación homosexual en América del Sur. Con mayoritaria base obrera y sindical se definió como grupo homosexual-sexopolitico. En los ‘70, el grupo desarrolló actividades que tenían que ver con la participación en protestas, grupos de estudio, alianzas con grupos feministas y contactos con grupos gay del exterior. A la par, comenzaron a crecer otras organizaciones como Eros, Profesionales, Safo (grupo de lesbianas), Bandera Negra (anarquistas), Emanuel (cristianos) y Católicos Homosexuales. Estos grupos fueron creando alianzas y tenían en común la consigna: “Amar y vivir libremente en un país liberado”. Un año después darían origen al Frente de Liberación Homosexual (FLH) de clara orientación marxista. En el año 1973 el FLH publica “SOMOS”, la primera revista homosexual de América Latina. Debido a la represión y violencia hacia los homosexuales, la revista se editó y distribuyó de manera clandestina y los textos no llevan firma individual o están firmados con seudónimo.
Existe escaso material durante el periodo de la dictadura de registro de las detenciones que se hicieron a maricas/disidencia. No había registro porque, como dice Cristian Prieto[1], en ese contexto parecía más relevante fichar a detenidxs montoneros o de militancia política de izquierda que específicamente por ser homosexual. Es decir, si eras amanerado o no te juntabas con personas del sexo opuesto y además militabas un partido político, todo esto se concebía en delito. Una denominación que utilizaban los servicios de inteligencia es la de “amoral sexual”, hacia personas que se sospechaba que eran lesbianas, de caminar amaneradamente o vestirte de otro sexo.
La violencia política desatada entonces en la Argentina culmino con la dictadura militar de 1976 y el FLH se autodisolvio decidiendo funcionar en el exilio. El Comando Cóndor y el Comando de Moralidad formado por integrantes de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, eran grupos encargados de perseguir y asesinar a homosexuales durante aquellos años en los que el terror reinó en nuestro país. En estos años, la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) realizó tareas de persecución y espionaje a ciudadanxs, donde no solo indagaban en las actividades militantes y la participación política de las personas, también dejaban constancia de su identidad sexual. De modo que “conducta lésbica”, “costumbres demasiado liberales”, “amanerado”, “temperamento afeminado”, “invertido”. Se ve entonces, la heteronormatividad actuando como regla de la forma más rígidamente posible, con la impunidad de la ilegalidad e inhumanidad que desató la furia económica y política sobre el pueblo argentino.
En Latinoamérica, los movimientos por la diversidad sexual resaltan algo propio de nuestra región: que la represión y exclusión no solo producen pobreza sino también proscripción política. Las disidencias en este contexto y a largo plazo, fueron el enemigo interno de la sexualidad, siendo criminalizados por su identidad, pensamiento y forma de organización. La represión que sufren quienes pretenden ser soberanos y auténticos en un gobierno nacional de facto en donde no amoldarse a los cánones te puede costar la vida, iba de la mano con un proyecto económico que desapareció el cuerpo social e intelectual propio en post de las intenciones extranjeras.
Esa rebeldía que se vivió en los años ’70 coincidió con la militancia de la izquierda revolucionaria desde un programa global, que luego no se volvió a ver. Más avanzado en el tiempo, en el ‘84 se funda la Comunidad Homosexual Argentina. Luego, en el año ’91 se organiza Gays por los Derechos Civiles pretendiendo una nueva forma de militancia pensando en los derechos y su modificación en el campo social desde la visibilidad con mayor presencia urbana pero sobre todo a través de los medios de comunicación.
Finalmente, los años 1990 se caracterizaron por la pluralidad y la diversidad de agrupaciones que surgieron en todo el continente, especialmente en las principales ciudades latinoamericanas. Como en el resto del mundo se impone la designación de lesbiana y gay abandonando la categoría homosexual. De modo que, llegar a la plena ciudadanía no es solo eliminar obstáculos sino cambiar la historia colectiva. Y no hay una identidad homogénea, única y estable sino una identidad construida por prácticas y luchas en común.
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Revista “SOMOS” ver en http://americalee.cedinci.org/portfolio-items/somos/
Pie de la foto: Mayo 1972. Revista SOMOS N°3
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* Periodista especializada en cuestiones de género e historia, columnista del programa La Marea (Radio Futura FM 90.5), redactora de Revista Trinchera, del portal Luchelatinoamérica y colaboradora de Agencia Timón.
[1] Prieto escribió su tesis de licenciatura sobre el tema en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación- UNLP, titulada “Cuerpos disidentes en la mira de la Dirección de Inteligencia de la Policía de Buenos Aires (DIPPBA)”.