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Εl primero de marzo se cumplieron dos meses desde la asunción de Jair Bolsonaro en el gobierno de Brasil y, para Bruno Lima Rocha, la gestión del ‘mesías’ es ”una fábrica de escándalos y problemas”. En diálogo con el politólogo, internacionalista, periodista y profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales brasilero, repasamos estos primeros sesenta días signados por una crisis política interna que da cuenta de las tensiones entre el ala militar y el ‘clan Bolsonaro’.

 

Bruno Lima Rocha
Bruno Lima Rocha

 

–¿Qué balance haces de estos dos meses de Jair Bolsonaro, un presidente que tuvo complicaciones a lo largo de estos sesenta días?

–Lo primero que es importante comprender es que –aunque Bolsonaro tenga un discurso de ultraderecha y venga de una práctica de comunicación política de ultraderecha– él y su familia no tienen un partido político. Brasil tiene un sistema de gobierno muy atrapado entre el Ejecutivo y el Legislativo. Acá decimos en broma que somos un semi-parlamentarismo. El partido de Bolsonaro, PSL (Partido Social Liberal), un año antes de las elecciones casi no existía. Decimos que es una sigla de alquiler. Entonces, al no tener un partido político y estar muy al tanto de la reacción de la horda de reaccionarios, semi-facho, ultra-fachos, fachos de moda o pitucos travestidos de fachos, son una fábrica de escándalos y problemas, porque siguen como si estuviesen en campaña electoral y no gobernando un país del tamaño de Brasil.

Hasta el presente momento, el único tema de fondo que ha circulado es la propuesta de la supuesta ‘reforma’ del aparato de jubilación y que tiene como propuesta final una especie de affaire brasileña del modelo de capitalización como el que ocurrió en Chile, si no me equivoco hay una experiencia similar en Argentina, Uruguay ciertamente, y resulta una pérdida de sueldo de pago para los jubilados. Pero está tramitando en el Congreso Nacional y hasta el presente momento no hay un acuerdo previo. Bolsonaro mismo, aunque tenga treinta años de congreso, se está mostrando como un negociador muy flojo. La gente grita, él abre una puerta; la otra gente grita, él abre otra puerta más. Por eso es una colección de escándalos, de equívocos, por qué no también de crímenes de administración pública como la última comunicación formal del Ministro de Educación –que es una cosa rara porque es colombiano, no tengo nada en contra de los hermanos colombianos, pero no recuerdo un ministro de otra nacionalidad en Brasil, aunque sea brasileño nacionalizado– y como es un facho también, envió una comunicación para los directores de escuela primaria y secundaria para que los niños cantaran el himno nacional los viernes de tarde. Eso es lo que se hacía en tiempos de dictadura militar y que da una imagen muy fea porque estamos en Latinoamérica y, en general, el nacionalismo es mucho más progresista y muchas veces de izquierda, y Brasil tiene la tradición de cantar su himno nacional solamente en ocasiones deportivas. Además, eso de filmar a menores de edad es un crimen. Esto fue un escándalo, hasta la derecha dijo que el Ministro está loco, que no tiene asesoría jurídica.

Los tres hijos de Bolsonaro son muy cercanos, de relaciones privadas, de relaciones de trabajo, a los parapoliciales de Río de Janeiro

Esta fue la última, pero la más grave fue de el clan Bolsonaro, sus tres hijos son muy cercanos, de relaciones privadas, de relaciones de trabajo, a los parapoliciales de Río de Janeiro que, para desgracia de la tradición de izquierda, los medios llaman milicias. Esto de oficinas de crímenes existen en Río y en este lugar se escondió el asesor del hoy senador Favio Bolsonaro, hijo mayor del presidente. Un tipo muy raro que tiene un sueldo que es seis o siete veces mayor que sus ganancias como policía jubilado, tiene una empresa de seguridad –cosa que la ley no permite–, tiene reventa de autos –cosa que no tiene caja para hacerlo–, hace depósitos un millón ochocientos mil reales, eso es más o menos quinientos mil dólares y no tiene renta para tal. Si este tipo habla, el senador cae. Y si cae un hijo de Bolsonaro no sé a qué punto llega su plan. Para concluir, hay una evidente campaña de presentarse como la opción del vice-presidente, el general Hamilton Mourao, quien tiene como su mayor reto favorable el hecho que sabe hablar portugués, habla bien, tiene entrenamiento y habla cosas más o menos sensatas.

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–¿Qué es lo que se está jugando Brasil en la frontera con Venezuela? Porque pese al alineamiento de Bolsonaro con Trump, Brasil no accedió a la intervención militar que propuso la cumbre del Cartel de Lima.

–Lo que ocurrió, hablando en criollo, es que las fuerzas armadas, el ejército brasileño, hizo una intervención en la misión diplomática, no permitió el delirio del canciller, Ernesto Araújo –que está muy vinculado a la ultra-derecha yanqui–, y desautorizó el ministro de relaciones exteriores a sumarse a cualquier aventura militarista. Pero Brasil se sumó a la provocación enviando una aeronave con materias de tipo ayuda humanitaria, incluyendo papel higiénico –no es broma–, y esto fue percibido por el gobierno de Nicolás Maduro como una provocación. El cierre de la frontera de Brasil con Venezuela es un cierre que es muy complicado. No me acuerdo de una frontera con Argentina que sea frontera seca, sin un río o sin un puente, pero, por ejemplo, tenemos frontera seca en el sur entre ciudades grandes como Livramento, que tiene casi doscientos mil habitantes, y Rivera, que tiene casi cien mil. Y esto es lo que ocurría entre Pacaraima, desde el lado brasileño, y la frontera venezolana, donde se hacen lo que en el sur decimos ‘chivos’, es decir, pequeños contrabandos: se compra gasolina en Venezuela, se compra alimentos y medicamentos en Brasil. El cierre de esta frontera generó una tensión muy elevada en el lado venezolano. Y los medios hicieron un escándalo diciendo que las fuerzas venezolanas iban a hacer crímenes de guerra en el lado brasileño, como por ejemplo asesinar a venezolanos en el lado brasileño. Esto no ocurrió. Las fuerzas armadas de Brasil tuvieron una inyección de seriedad y de lógica de relaciones externas y no permitieron que la diplomacia brasileña se sumara a los esfuerzos bélicos de Trump, Bolton y Mike Pence.

–Mencionabas el caso venezolano y cómo los militares frenan esta situación, también mencionabas al vice-presidente brasileño y el rol que está jugando. ¿Cuál crees que puede ser el destino de Bolsonaro teniendo en cuenta esta situación que no gobierna o creyendo que está en campaña?

Bolsonaro está bajo tutela de los oficiales que fueron invitados por él para gobernar

–De hecho, Bolsonaro nunca fue gobernador. Cuando viví en Uruguay, iba seguido a Argentina en tiempos de Carlos Saúl Menem, era un desastre tras otro pero había sido gobernador de La Rioja, tenía una experiencia de, por lo menos, supervivencia, de estar vivo en su puesto. Bolsonaro está bajo tutela de los oficiales que fueron invitados por él para gobernar. Hay que decírselo. En la mayor parte de los ministerios en Brasil hay muchos militares de la reserva, acá les decimos milicos de ropa de dormir, de pijama, y esto es algo muy complicado porque si ellos se dedican a la defensa interna y a la gobernabilidad, no se dedican a la defensa externa. Lo que ocurrió con la frontera de Venezuela es un síntoma de la locura que se ha apoderado de la derecha brasileña queriendo establecer algo que para ustedes no es nada nuevo y se van a acordar de las ‘relaciones carnales’ de Menem con los Estados Unidos, bueno, eso está ocurriendo aquí también.

El vicepresidente tiene muchas chances de presentarse como una opción válida frente a los medios, la Casa Blanca y el Congreso Nacional

La posición en función de los militares en este gobierno hace que tenga nula capacidad administrativa. Además, se metieron en una aventura política que capaz les cueste todo el esfuerzo de preservar su imagen para salirse de la de dictadura militar. Explico rápidamente: la represión en Brasil no fue como en Argentina en tiempos de dictadura militar, aquí la represión fue hecha por pequeños grupos selectos y descaracterizados, disfrazados, no había militares de uniforme reprimiendo gente en la calle; los centros de tortura eran discretos, no eran cosas enormes como la ex ESMA; y los militares salieron a un régimen democrático por una negociación transaccional, y en los últimos treinta años preservaron su imagen como si fueran la única categoría, el único gremio de empleados públicos que servía para algo. Ahora esa imagen se está cayendo, el disfraz se está yendo, porque ellos co-gobiernan con Bolsonaro. Aun así, el vicepresidente tiene muchas chances de, abonando el nivel de crisis o escándalo del clan Bolsonaro, presentarse como una opción válida frente a los medios, la Casa Blanca y el Congreso nacional.

 

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Hamilton Mourao, vicepresidente de Brasil

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