TIEMPO DE LECTURA: 5 min.

*Por M. Viviana Yopasa Ramírez

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El pasado 1 de diciembre Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de México, en una ceremonia en la Plaza de la Constitución (el Zócalo), el presidente recibió el bastón de mando por parte de representantes de los 68 pueblos indígenas y comunidades afromexicanas convirtiéndose en el primer mandatario en la historia del país en recibirlo. La ceremonia comenzó con un ritual de purificación en el que López Obrador recibió un crucifijo símbolo de confianza y respeto que las comunidades están colocando en él como dirigente.

Los médicos tradicionales María Lourdes Giménez Diera (Mixteca) y Francisco Martin (Veracruz) dieron inicio al ritual de purificación:

“ [… ] A tí corazón de la tierra, a tí corazón del aire, a tí corazón del agua, a tí corazón del fuego, pedimos a los elementos para que liberen y purifiquen al licenciado Manuel López Obrador presidente de México […] pedimos a las fuerzas, que desciendan en este momento para que los abuelos y nuestros ancestros se hagan presentes, a los guardianes que guardan y cuidan este lugar de nuestros antepasados, para que lo, liberen y purifiquen, hermano […]

Con la limpia los médicos tradicionales buscaban armonizar y conjurar nuevas fuerzas que permitan a Andrés Manuel López Obrador sortear las adversidades y generar equilibrio durante su mandato, se recurrieron a elementos como piedras, hierbas, fuego, cantos y brebajes hechos a base de plantas medicinales, para tal fin.

La limpia como ritual de sanación-curación buscaba limpiar al mandatario de toda enfermedad–física, energética-, una enfermedad que denota un problema de orden social, de relación de desequilibrio con el cosmos, en este sentido, la salud –protección y los procedimientos para alcanzarla están ligados al fortalecimiento por un lado, del equilibrio sociopolítico y cultural, por otro, a la intermediación de fuerzas sagradas que permitan y faciliten esta búsqueda de armonía.

Durante la ceremonia los representantes indígenas colocaron en el corazón del discurso presidencial al movimiento indígena y otros pueblos étnicos como sujetos fundamentales en el debate político. Recalcaron el compromiso que Andrés Manuel López Obrador había asumido con las comunidades y reconocieron la confianza que estaban depositando en su mandato, situando en el escenario público la exigencia a que el Estado Mexicano se comprometa a reconocer a los pueblos indígenas y comunidades afromexicanas sus derechos territoriales -colectivos y con ello permitir el fortalecimiento de su identidad, sentido de pertenencia, tradiciones ancestrales y formas de organización social.

Los espacios sagrados para las comunidades indígenas son la manifestación del entramado cultural desde la cual conciben su identidad, por tanto la espiritualidad, actúa como una herramienta de resistencia y reivindicación política, que ancla memoria, oralidad, cosmovisión y luchas colectivas.

Entregar el bastón de mando como pacto comunal entre gobernante y pueblo, simboliza la confianza que las comunidades indígenas están depositando en el liderazgo que emprende Andrés Manuel López Obrador, cuando señalan “[…] Aquí está el bastón de mando, aquí está el símbolo con el que usted conducirá a nuestro pueblo, siempre y cuando queremos recordarle, que queremos ser tomados y tomadas en cuenta en los planes que usted tenga durante estos 6 años, queremos manifestar nuestro compromiso […]. Los representantes indígenas le están diciendo que con el Bastón de Mando le están entregando la conjugación y el tránsito de la resistencia que vienen haciendo como pueblos por defender su cultura y sus territorios, por salir de la negación, exclusión y discriminación que llevan enfrentando desde tiempos coloniales.

Los representantes indígenas le están diciendo que con el Bastón de Mando le están entregando la conjugación y el tránsito de la resistencia que vienen haciendo como pueblos por defender su cultura y sus territorios, por salir de la negación, exclusión y discriminación que llevan enfrentando desde tiempos coloniales.

El mandar obedeciendo es una forma de hacer política, que se opone a las estructuras jerárquicas y verticales:

“ […] Su práctica requiere de un profundo cambio cultural, de una revolución personal y social, política y cultural que se acabe con las históricas subordinaciones, las dependencias, el verticalismo, el autoritarismo y la violencia como ejes del funcionamiento social, organice el ejercicio de la autoridad no como una acción de los poderosos, sino como un mandato colectivo con nuevos principios éticos, que rescate las autonomías colectivas y personales del cautiverio del poder político de los que hegemonizan la dinámica social […] Tiene que verse como un proceso paulatino con altibajos, conflictos, rupturas múltiples y ligado a la lucha contra quienes defienden la continuidad del sistema, negando los cambios necesarios, cambios estructurales les llaman los clásicos, que les permitan a los indígenas construir su autonomía social y política, que hagan posible su autodeterminación personal y colectiva (Mercedes Olivera, 2004, p.15)

En este sentido, los representantes indígenas le están diciendo al presidente Manuel López Obrador que como presidente representa los intereses del colectivo, por tanto su autoridad y decisiones tienen que estar mediadas por el dialogo, la consulta y la participación permanente en la decisiones que tome el ejecutivo. Donde las fuerzas políticas principales que hoy configuran el mapa político contemporáneo de América Latinaestán impulsadas y representadas por gobiernos de derecha, cuya política siempre ha sido conservadora, represiva y autoritaria, además de racista, clasista, sexista, elitista y discriminatoria. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador –como gobierno de izquierda y popular- está llamado a cambiar este panorama, cuya política tiene que estar a favor de dar voz y mando a las múltiples luchas sociales de las minorías y de los grupos discriminados y oprimidos.

En este camino, los retos y desafíos son inmensos, pero se puede empezar por construir estructuras organizativas no centralizadas ni verticales, sino horizontales y flexibles, que incluyan en la política pública las demandas y los derechos de los movimientos sociales, que defienda el territorio de los intereses imperialistas y de la burguesía nacional, y por tanto, plantee la total desmercantilización y desinstrumentalizacion de la tierra. El bastón de Mando marca una forma de hacer política que se aleje de democracia representativa burguesa, siempre delegativa, deductiva y sustitutiva, por una democracia directa, asamblearia y autogestiva.

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* Lic. En educación y Ciencias Sociales, Estudiantes de Magister en Sociología de la cultura y análisis cultural. Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), UNSAM – Universidad Nacional de San Martín, Argentina. Columnista de Pueblos Originarios del programa La Marea (FM 90.5 Radio Futura) y redactora de Revista Trinchera. Caracoladelsur1@gmail.com

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