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Por Nazareno Santucho Re (*)

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Santiago Maldonado desapareció el primero de agosto del año pasado a orillas del Río Chubut. Se encontraba exigiendo la libertad del Lonko Facundo Jones Huala junto a la Pu Lof en Resistencia de Cushamen, cuando la Gendarmería Nacional, dirigida por el Ministerio de Seguridad de la Nación, reprimió de manera salvaje e ilegal el corte de ruta que estaban realizando.

La represión y el desalojo duraron sólo siete minutos. Siete minutos sobre los que hay testimonios incongruentes, contradictorios e incompletos. Siete minutos en los que se sabe que Santiago huyó de las balas y postas, hacia las orillas del Río Chubut. Siete minutos sobre los que algunas imágenes borrosas, muestran a Santiago, con su campera celeste, corriendo. Siete minutos y después… nada.

Durante 78 días Santiago Maldonado fue un desaparecido en democracia. Su rostro y su nombre inundaron calles y avenidas, vidrieras, murales, banderas y paisajes. Un país en vilo se movilizó ante la amenaza de viejos fantasmas, que se creían desterrados, gracias a la persistencia de la Memoria.

¿Dónde está Santiago? Fue la pregunta que asomó hasta los oídos del más distraído y atormentó a los más impunes. Fueron 78 días de búsqueda incansable de Verdad en estado de resistencia. Porque durante 78 días, la brutal hegemonía de un gobierno preparado para una guerra, desplegó la más compleja red de desinformación y manipulación que nuestro país recuerde desde la vuelta a la democracia. Decenas de operadores al servicio de la Alianza Cambiemos tejieron, día tras día, diversas artimañas informativas: desprestigiaron a las organizaciones que desde el primer minuto buscaron a Santiago; estigmatizaron hasta el hartazgo al pueblo Mapuche; hostigaron sin cesar a la familia Maldonado, que con la prepotencia de la historia puso el pecho en los momentos más difíciles.

Los motivos de la desaparición se fueron desplazando de a poco con el correr de los días. Lo que comenzó -como siempre- con una averiguación de paradero, fue mutando con cada pequeña certeza que llegaba, fue dirigiéndose agónicamente hacia un terreno que nunca pareció del todo lejano: la desaparición forzada.

Lo sostenemos: fue desaparición forzada y fue en una represión; fue la Gendarmería comandada por la Ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich. Y los sostenemos, porque queremos Justicia, porque el responsable fue y es el Estado.

Porque las pruebas así lo demuestran: Santiago no quiso cruzar un río helado y tormentoso lejos de su casa porque sí. No estaba en su sofá tranquilo, al resguardo de la historia y del tiempo inestable del sur. Santiago estaba protestando, estaba defendiendo la tierra y la libertad cuando un inmenso operativo de Gendarmería Nacional comenzó a reprimir.

La historia nos enseña que nada se comprende fuera de un contexto; sin el marco que explique -y a veces justifica- el accionar de las personas: una autopsia no nos dice cuántos efectivos participaron del operativo, un microscopio no establece si el uso de la fuerza fue irracional o desmedido, en una placa de petri no se hallan los componentes de la violencia institucional, tan homogénea con el poder judicial, mediático, económico… y hoy, más que nunca, estatal.

Y porque es una lección que aprendimos, siempre contextualizamos. Porque desde diciembre de 2015 crecieron exponencialmente los casos de gatillo fácil a lo largo y ancho del país, la represión de la protesta social se volvió moneda corriente, y sobre las organizaciones políticas y los sectores populares recae un amplio aparato de estigmatización. Porque las redes de trata y complicidad siguen tejiendo su entramado capilar en todo el país, al resguardo de la ley y el orden. Porque cada día hay un nuevo genocida suelto, mientras las cárceles se llenan de presxs políticxs. Porque desde Campo de Mayo -hace unos días- el Presidente Mauricio Macri anunció el uso (inconstitucional) de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad interna -nuevamente-; presagio de un pasado que alerta.

Porque fueron 30.000. Porque a Miguel Brú lo mató la policía. Por Darío y Maxi, por Rafael Nahuel, por Facundo Ferreyra, por Emilia Uscamayta Curi y por Johana Ramallo. Por Santiago Maldonado.

Porque fue el Estado, fue la Gendarmería, fue Patricia Bullrich y fue Mauricio Macri. Por eso exigimos Memoria, Verdad, Respeto y Justicia.

 

(*) Editorial del programa Ayllu en Movimiento del 1/8/18, por FM Radio Andina 92.9

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